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No soy discapacitada, tengo una discapacidad

No soy discapacitada, tengo una discapacidad. Al igual que tengo miopía, al fin y al cabo soy una persona «normal». No soy discapacitada ni anormal, deficiente, minusválida, diferente, tullida, inválida, paralítica, parapléjica, lisiada, disminuida, impedida, inútil… ni estoy incapacitada ni postrada en una silla de ruedas.

Estas son las palabras de Nerea Gabilondo en una entrada del blog elsaltodiario.com. Este es el enlace.

Nerea explica cómo cada vez que conoce a una persona, la historia sobre la que más le preguntan es la que explica cómo acabó en una silla de ruedas. Reivindica la necesidad de que no sea la discapacidad la que la defina como persona.

¿Qué es «normal»? En la primera de sus acepciones, la RAE lo define como: «dicho de una cosa que se halla en su estado natural». ¿Cuál es el estado «natural» del ser humano? Puedes entrar en el club de la normalidad si tienes miopía pero te niegan la entrada si eres usuaria de silla de ruedas.

Una sociedad “normal” es la que está formada por seres humanos, con características muy diversas. Estas no deberían determinar sus derechos u oportunidades a la hora de hacer cosas o determinar su valía. Todos tenemos los mismos derechos, con independencia de las necesidades que tengamos.

Son las barreras las que todavía impiden a las personas con discapacidad participar en la sociedad en igualdad de condiciones.

LA IMPORTANCIA DEL LENGUAJE

El lenguaje y el uso de las palabras adecuadas es primordial para alcanzar la deseada inclusión. Todos los grupos sociales que salieron de una desventaja social tuvieron que cambiar primero el lenguaje que les perjudicaba ya que condiciona nuestro pensamiento y determina nuestra visión del mundo. A través de él, podemos originar estereotipos y juicios de valor, ya que expresamos pensamientos y sentimientos que pueden influir en otras personas.

Si utilizamos palabras anticuadas, inexactas o inapropiadas, pueden perpetuar una imagen negativa y estigmatizar a las personas. Aunque no se pretenda despreciar de manera consciente, sino como parte de la cultura, es necesario suprimir esas barreras mentales que el lenguaje manifiesta.

Nerea insiste en utilizar “persona con discapacidad” si es necesario hacer referencia a la discapacidad. Si no lo es, llamar a la persona por su nombre, sin más.

En nuestra mano no está tener o no una discapacidad, pero sí está en la de todos conseguir la plena inclusión
 

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