En las aulas malagueñas no solo se enseña. También se comparten ideas, se investiga y se trabaja para que puedan nacer proyectos como Brailea, un dispositivo electrónico para aprender braille jugando. Después de tres años de estudio y diseño de distintos prototipos realizados por el alumnado del grado superior de Mantenimiento Electrónico del IES Politécnico Jesús Marín junto a docentes del centro y el equipo específico de atención al alumnado con discapacidad visual, se ha lanzado esta herramienta interactiva para el aprendizaje básico del código de una forma lúdica. La pieza ha sido elaborada y comercializada por @cerviansystems.
Amalia Vioque es la coordinadora del proyecto, llevado a cabo dentro del grupo de trabajo Creación y difusión de materiales para la atención al alumnado con discapacidad visual. «Había un vacío en el material existente a la hora de enseñar a los niños, o a los adultos que pierden la visión, a aprender braille, tenemos métodos homologados, material manipulativo muy atractivo, pero hoy en día todo lo que no tenga una parte tecnológica no les motiva de la misma forma, vimos que faltaba ese punch tecnológico en este tipo de aprendizajes iniciáticos», relata la experta.
La detección de esta necesidad les llevó a iniciar una colaboración con el instituto Politécnico Jesús Marín en 2021. Y lo primero que hicieron fue un taller para que los alumnos del grado, tutorizados por el profesor Enrique Norro, aprendieran braille. «Era importante que vieran las necesidades de este alumnado con discapacidad visual, que conociesen el braille y empezasen a trabajar en esta idea que teníamos desde el equipo específico pero a la que no sabíamos dar solución porque no entendemos de tecnología», relata Vioque.
La coordinadora comenta que el alumnado respondió muy bien a su propuesta y les presentaron hasta cuatro prototipos diferentes, que se convirtieron en sus trabajos de fin de ciclo. Todos, asegura Vioque, daban respuesta a lo que propusieron desde el equipo específico. «Testeamos los dispositivos con nuestro alumnado ciego, de baja visión y también el resto de compañeros del aula ordinaria, porque también resulta atractivo para el mundo vidente. Igualmente lo probamos con personas adultas usuarias de braille y la valoración fue muy positiva, salvo algunas mejoras que trasladamos», indica.
Cada uno tenía algunas características que gustaron más al grupo de trabajo y fusionando todo lo que consideraron mejor nació Brailea, que el pasado curso fue mejorado, se hizo tecnológicamente más robusto al disminuir el cableado y cambiarlo por placas con conexiones integradas, además de reducirlo de tamaño. Con las dimensiones aproximadas de un teléfono móvil, aunque bastante más grueso, con un material resistente elaborado con impresoras 3D, el dispositivo cuenta con seis pulsadores o interruptores a modo del signo generador de braille, es decir, los seis puntos que, combinados, conforman las letras.
También cuenta con un botón para regular el volumen, entrada auriculares, carga de batería y dos botones con los que se pueden elegir dos modos de aprendizaje. Uno consiste en acierto-error. «El sistema te dice una letra y tienes que reproducirla en el signo generador, entonces saldrá un sonido según sea un acierto o un error», explica Vioque. El otro es el modo de lectura, donde el alumno introduce una combinación de puntos y el dispositivo reproduce el sonido de la letra escrita. Si el usuario se equivoca, el dispositivo dirá «letra no encontrada».
«Es muy importante que este dispositivo tenga dos modos de interacción con el usuario, el sonido y el tacto», considera la coordinadora del proyecto. También que sea atractivo y motivador para enseñar y aprender de una forma divertida y autónoma, ya que el usuario se puede ir autoevaluando gracias a las respuestas de la máquina.
Además, resalta que «todos los prototipos de los alumnos están colgados en el blog de Malakabot, así que cualquier persona en el mundo puede reproducirlos, lo que pretendemos es que sea conocido, en otras escuelas, en cualquier parte, que la sociedad empatice y sea consciente de que hay otra forma de experimentar e interaccionar con este mundo, que seamos más humanos y flexibles», añade Amalia Vioque.
«Tenemos mucho alumnado con ceguera y baja visión en las aulas y la comunidad educativa tiene que ser consciente de las necesidades que tiene este alumnado, este tipo de proyectos nos sirven para que tomemos conciencia de que existen otras realidades en el aula y todos tenemos que aportar», concluye.
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