
Este proyecto es la tercera parte del Proyecto TocArte, esta vez destinado a audiodescripciones de las obras artísticas y arquitectónicas más importantes de Avilés, empezaremos con el Centro Niemeyer.
Oscar Niemeyer, uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, dejó huella en ciudades como Brasilia, París o Argel, pero también en un rincón del norte de España: Avilés. El Centro Niemeyer, inaugurado en 2011, es uno de los proyectos que el maestro brasileño firmó en Europa, y se ha convertido en un símbolo de la transformación urbana y cultural de la ciudad asturiana.
Más allá de su valor arquitectónico, el Centro Niemeyer ha supuesto un antes y un después en la imagen internacional de Avilés. Se ha consolidado como un espacio de encuentro cultural que conecta la ciudad con el mundo, acogiendo conciertos, exposiciones, cine, congresos y actividades educativas de primer nivel.
Su presencia no solo transformó el paisaje urbano, también la forma en la que Avilés se relaciona con su ría. Donde antes predominaba la huella industrial, ahora se levanta un conjunto blanco y curvo que simboliza modernidad, apertura y diálogo entre culturas.
Además, el proyecto se ha convertido en un punto de orgullo colectivo. El hecho de que Niemeyer eligiera Avilés para su único trabajo en España refuerza la identidad cultural de la ciudad, que hoy puede presumir de ser guardiana de una de las últimas grandes obras del maestro brasileño.
El arquitecto de las curvas
Nacido en Río de Janeiro en 1907, Niemeyer fue pionero de la arquitectura moderna en América Latina y una figura clave del movimiento modernista a nivel global. Su estilo, marcado por las curvas, superficies blancas y formas que parecen flotar, se distanció de la rigidez funcional de otros arquitectos de su tiempo.
“Las curvas son la forma que más se parece al cuerpo humano, a las montañas, al océano”, solía decir. Su visión lo llevó a diseñar obras icónicas como los edificios de Brasilia, la capital de Brasil, junto al urbanista Lúcio Costa.
Un regalo a España
En 1989 Niemeyer recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, y años más tarde decidió ofrecer a España un regalo especial por esa relación de amistad: su primer proyecto en el país. Así nació el Centro Niemeyer, concebido cuando el arquitecto ya había cumplido cien años.
Diseñó el complejo sin haber pisado nunca Avilés y nunca pudo verlo terminado. El proyecto se integró en la reconversión urbanística de la ría, un proceso que buscaba dar nueva vida a una zona industrial en decadencia. La estrecha relación de Niemeyer con el entonces presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, fue clave para materializar la idea.
El Centro Niemeyer: un paisaje transformado
El conjunto arquitectónico, blanco y luminoso, parece emerger del agua como una escultura habitable. Se compone de varios edificios singulares:
- La Cúpula, una gran esfera blanca de 40 metros de diámetro que acoge exposiciones y cuyo interior abierto y sin columnas impacta por su vacío envolvente.
- La Torre mirador, con su escalera en espiral que asciende hacia un platillo ovalado suspendido sobre la ría, destinado a restaurante y espacio panorámico.
- El Auditorio, de formas curvas y asimétricas, cuya fachada luce un mural diseñado por el propio Niemeyer. Su interior ofrece más de mil butacas para conciertos y espectáculos.
- El Edificio polivalente, transparente y funcional, pensado para talleres, conferencias y actividades culturales diversas.
La audacia de Niemeyer
El arquitecto brasileño no buscaba únicamente crear edificios útiles, sino piezas que dialogaran con el entorno y lo transformaran. En Avilés, su apuesta por curvas fluidas y volúmenes monumentales rompió con la estética industrial que había dominado la ría durante décadas. El resultado es un complejo que no solo acoge cultura, sino que se convierte en cultura en sí mismo. Su presencia simboliza la transición de una ciudad marcada por el acero y el humo hacia un futuro ligado al arte y la creatividad.
Una obra con vocación universal
El Centro Niemeyer es también un recordatorio de la vocación internacional del arquitecto. Sus formas blancas podrían estar en Brasilia o en Argel, pero cobran un significado nuevo al emerger junto al agua asturiana. Esa capacidad de hablar un lenguaje arquitectónico universal desde cualquier lugar fue uno de los mayores talentos de Niemeyer. Como él mismo señaló en varias ocasiones, lo importante no era copiar estilos extranjeros, sino interpretar el contexto y dotarlo de una nueva identidad.
Un espacio social y cultural
Desde su inauguración, el complejo ha albergado exposiciones de artistas internacionales, conciertos, ciclos de cine y encuentros literarios, convirtiéndose en un polo cultural de referencia en el norte de España. Pero más allá de su programación, el Centro Niemeyer funciona como plaza abierta al ciudadano: un espacio de encuentro y de paseo frente a la ría. Su diseño abierto y sin barreras responde a la idea de que la arquitectura debe invitar a convivir, no a excluir.
El último sueño
El proyecto avilesino fue concebido cuando Niemeyer tenía más de cien años. Nunca pudo ver acabado el resultado, pero el centro resume muchas de sus obsesiones: las curvas como forma de libertad, los espacios abiertos que abrazan al visitante y la convicción de que la belleza puede transformar una ciudad. El Centro Niemeyer es, en cierto modo, su testamento europeo: una declaración de amor a la arquitectura entendida como arte al servicio de la vida.
Un símbolo de modernidad
El Centro Niemeyer no solo revitalizó la zona portuaria de Avilés, sino que convirtió a la ciudad en un referente cultural de Asturias y de España. Representa la síntesis del pensamiento de Niemeyer: una arquitectura que no busca ocultarse, sino transformar el paisaje y dotar de identidad a un lugar.
Con este regalo, Niemeyer dejó en Avilés su sello universal y atemporal, recordándonos que la arquitectura, más allá de su función, puede ser un acto poético que conecta a las personas con la belleza y la memoria de su tiempo.
Un legado para Avilés
Hoy, la silueta blanca del complejo se ha integrado en el paisaje urbano de Avilés y es reconocida como uno de sus emblemas. Igual que Brasilia convirtió a Niemeyer en arquitecto de un país, el Centro Niemeyer lo ha convertido en arquitecto de un lugar inesperado en el norte de España. Su legado no se mide solo en hormigón y curvas, sino en la capacidad de inspirar a generaciones a mirar la ciudad de otro modo.
El Centro Niemeyer demuestra que la arquitectura puede ser mucho más que una construcción: puede ser un acto cultural, un regalo y una promesa de futuro. Avilés encontró en Niemeyer no solo a un arquitecto de prestigio internacional, sino a un aliado en su transformación. Y aunque el maestro brasileño ya no está, su obra sigue recordando que la belleza es también una forma de compromiso con la sociedad.
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